Wednesday, March 9, 2011

"Que Madres"

 Las madres me enseñaron en la
escuela...
en la escuela me enseñaron puras
Madres...
que la Madre da la vida en el parto...
que da la vida en el parto la Madre...

Los primeros años de mi vida fueron algo distintos a los de la mayoría, mi padre es doctor entonces en el trayecto de tanto estudio y especialización nos llevo de la mano por varios rumbos de la tierra Mexicana. Vivimos en un pueblo como de película llamado “Ceballos” en el estado de Durango, después viajamos directo a la parte alta de Sonora y vivimos en “Ures”, no puedo excluir las visitas al estado de Chiapas específicamente a un remoto poblado en la sierra llamado “Chicuntantic” (espero haberlo escrito bien), en la experiencia también pudiera contarles como es que estando en primero de primaria podía relajarme por las noches con los sonidos de las metralletas que nos acompañaban como “sound track” en la bella ciudad de “Culiacán” en Sinaloa.
Guadalajara y sus tortas ahogadas fue testigo de los estudios de mi padre y el sacrificio de mi Madre, finalmente cuando pudo mi padre obtener una base laboral en la clínica de especialidades #71 en la ciudad de Torreón Coahuila yo estaba consciente del amor que nuestra madre nos tenia. Ella nos cuidaba, nos acompañaba, jugaba con nosotros, y aun con todo cambio de residencia, y soledad la mayoría de las veces pues su esposo estaba enfocado en sus estudios y trabajo, nunca se quejo.
Ella simplemente vivió el momento y nos educo.
Y si se quejo pues la pobre no tuvo quien le hiciera segunda porque nosotros estábamos tan pequeñas y mi hermano era un bebe que pues no teníamos posiblemente ni idea de lo que ella sentía o de lo que carecía. Ahora que soy madre recuerdo todas estas experiencias y se vienen a mi mente imágenes, esas imágenes que no cuentan con voces pero me expresan más que mil palabras. Ahora como mujer adulta, esposa, madre, trabajadora y ama de casa me doy cuenta que es una “chinga” este asunto de estar casada!
Y lo digo con la mejor de las intenciones en verdad. Soy honesta y sé que no soy la única que siente o piensa de esta manera. Y para el hombre es exactamente igual, no tiene nada que ver el estar enamorada con el asunto de estar muchas veces: agotada, necesitada, olvidada, reclamada, adaptada, domesticada, inspirada y demás.
Pero voy a compartir mi sentir en relación a lo más positivo que he vivido desde que estoy casada y esto es el hecho de que soy madre. Madre de tres hermosos niños, a los cuales muchos de ustedes ya conocen en fotografía o en persona. Son todos unos querubines, simpáticos, tiernos, amorosos, traviesos, llorones, jodones, tremendos, comelones, renegados en fin si le sigo no termino. Lo mejor de todo es que los Amo. Les amo con todo lo que soy y lo que llegare a ser. Y me imagino que para toda madre el sentir es igual. Aun esas madres que sin dar explicación y les abandonan, aun esas que no respetan sus derechos básicos, esas que protagonizan las historias más crudas todas ellas en algún momento de su historia como madres fueron buenas, amorosas y desearon lo mejor para sus críos.  El amor no tiene cultura, ni idioma, ni ideología. El amor es simplemente estilo de vida.
He observado a otras madres, aquellas que pudieran ser unas rotundas “cabronas” con cualquiera doblan las manos y enternecen la mirada cuando tienen frente a ellas a sus cachorros o cachorritas.
Madres chinas y su rígida ideología, madres cubanas y su tan rápida comunicación, madres mexicanas y sus gritos o nalgadas, madres francesas y su delicada forma de hablar, madres, madres, madres todas embarradas de amor y esperanza.
El lunes como cada semana lleve a mi querido hijo a su clase de piano, antes de su clase hay otra alumna de origen chino y le acompaña su mama. Una mama totalmente enfocada a la clase de su pequeña, una mama que se la pasa tomando nota de las faltas de la hija, una mama que cuestiona al maestro que necesita practicar la chamaca en casa y quien entra y sale tan seria como la primera vez que nos toco compartir la sala. Pero este lunes la cosa fue un poco diferente, este lunes había otra mama en la clase, una mama que fue a observar para animarse a inscribir a su hija proveniente de Haití.
Esa mama se comunicaba con su niña en francés, la otra mama le hablaba a su niña en chino, y yo me comunico con Gael en español, que mescla para los oídos del profesor pensé yo. Y qué emoción!
Esa mama observadora es tan platicona como yo. Así que charlamos de todo, de la cultura, de Haití, de los chamacos, y llegamos al punto más importante el amor a los hijos. El gran deseo que tenemos para ellos de una vida mejor, y al decir mejor me refiero a responsabilidad, salud, educación, compromiso con el mundo, con los que menos tienen, con su vida, y con la familia.
De regreso a casa y manejando por el freeway que se siente eterno a eso de las 6:30 pm de la tarde me dieron ganas de llorar. Esta alegría de ser mujer, de ser madre, y de ser un pilar tan fuerte en nuestra sociedad es realmente una gran bendición. Una bendición que muchas veces las mujeres no sabemos aquilatar. Y nos vamos de casa muy temprano para conquistar el mundo, dejamos a los niños muchas veces encargados en brazos y mentes extrañas, regresamos exhaustas y no queremos saber del hogar nada. Nos inventaron una idea de éxito y control que muchas veces no nos lleva a la gloria femenina ni a la realización maternal.
Y cuando somos hijos no nos damos el tiempo de valorar a la madre. Y cuando somos madres no nos creemos merecedoras del reconocimiento y la gratitud. Ser madre, de aquí, de china, o de Haití es una dicha que se debe aquilatar. Porque a fin de cuentas nos fue confiada la labora más trascendente de la humanidad…el procrear!
(Clase de piano, Gael y Mr. Josh)


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